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Soy consteladora familiar y mi camino en este mundo comenzó el año 2010, cuando experimenté por primera vez el llamado profundo de las constelaciones como consultante. Desde entonces, algo en mi alma reconoció este lenguaje. En 2018 inicié formalmente mis estudios, y siempre digo que sigo siendo —y seré siempre— una eterna estudiante. En el proceso fenomenológico de las constelaciones, el aprendizaje nunca termina: mientras la vida sigue revelándose, la comprensión también se expande.

Las constelaciones familiares son para mí un proceso de acompañamiento que facilita la toma de conciencia sobre situaciones y acontecimientos clave en nuestra vida actual. Permiten mirar con profundidad las dinámicas ocultas, los impactos y las implicaciones que heredamos o sostenemos sin saberlo. Cuando estos movimientos internos reciben luz, lugar y espacio, se abre un potencial de liberación, orden e inclusión.

A través de este trabajo, la persona puede regresar a su propio centro, dejando atrás el juicio, reconociendo lo que fue, honrando lo que es y recuperando su poder personal. Es un camino de verdad interna, de sabiduría profunda y de reconciliación con la fuerza de la vida